miércoles, 15 de febrero de 2012

La transición evolutiva del pez al anfibio fue promovida por inundaciones y no por desecaciones

(NCYT) La teoría sobre la transición evolutiva de los peces a los anfibios que se sustenta en esa escena titánica del pez que viaja por tierra firme de una charca a otra en un páramo asolado por la sequía, podría, sin embargo, estar equivocada.

A esta posibilidad apuntan diversos descubrimientos hechos por el equipo del geólogo Gregory J. Retallack (Universidad de Oregón) en yacimientos fósiles de Maryland, Nueva York y Pensilvania. Lo descubierto en estos yacimientos sugiere que ese hipotético ancestro tenaz no podría haber sobrevivido a las adversidades de un viaje hacia otra laguna también menguante. Las probabilidades de adaptarse lo bastante rápido a un entorno así son pocas, según las conclusiones a las que se ha llegado en el nuevo estudio.

Después de examinar numerosos suelos antiguos enterrados en rocas, y que albergan huellas y fósiles primitivos que corresponden a criaturas de aquella época de transición, en tiempos del Devónico y el Carbonífero, las evidencias parecen apuntar a un escenario muy distinto para esa transición desde el pez al anfibio.

A juzgar por sus fósiles, los animales en plena transición evolutiva de pez a anfibio no estaban asociados a lagunas en fase de desecación y páramos amenazados por la desertificación, sino a los suelos húmedos de los bosques.

Evolución del pez al anfibio
Gregory J. Retallack. (Foto: U. Oregon)
Se sabe de bastantes casos de lagunas desecadas y de porciones de desierto que han acogido grandes cantidades de peces fosilizados, pero ninguno de los analizados para este estudio corresponde a animales que también presenten rasgos propios de los anfibios.

A juzgar por los sitios donde mayormente han sido hallados los fósiles de animales con rasgos de pez y de anfibio, esas formas de transición vivían en las llanuras boscosas que se inundaban periódicamente con las crecidas de los ríos. Eso significa que nuestros primeros antepasados animales en tierra firme fueron más oportunistas que tenaces. En vez de aventurarse en tierra firme para buscar otras lagunas mejores, fueron las inundaciones las que les llevaron a los nuevos terrenos.

A esos animales pioneros, las extremidades les resultaron útiles para abrirse camino por terrenos boscosos, en tanto que los cuellos flexibles les ayudaban a alimentarse en aguas poco profundas.

Por tanto, según esta nueva hipótesis, las extremidades y el cuello, que distinguen a las salamandras de los peces, no surgieron de aventuras temerarias en páramos bajo el azote de la sequía, sino que se forjaron en un hábitat recién formado en la época, el de las llanuras húmedas y boscosas inundadas periódicamente por las crecidas de un río cercano.



Fuente: solociencia.com
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